ES language
  • PT
  • EN
Placeholder

La cura para el amor

Conozca la historia de José Rogério, de 37 años, casado con Lívia, el padre de Maria Letícia, Heloíza, Júlia y Maria Sofia, la mano derecha de su hija Júlia, a los 4 años, en una batalla contra la leucemia y con una electricista de NeoEnergia Pernambuco.

«Daría mi vida por mi hija». La declaración de José Rogério Ferreira, de 37 años, trae consigo la historia de una lucha incansable: la lucha por la vida. En julio de 2010, cuando trabajaba como electricista para una empresa asociada a Neoenergia Pernambuco, Rogério y su familia conocieron una noticia inesperada. En un examen pediátrico de rutina, a Júlia, una de sus cuatro hijas, de solo 6 años en ese momento, le diagnosticaron leucemia. A partir de entonces, fueron tres largos años de dedicación y esperanza, que nos reservaron valiosos aprendizajes. «Definitivamente, eso cambió las reglas del juego para mí. Hoy me doy cuenta de que no hay nada difícil, no hay motivo para quejarse de la vida, nada más me quita el control. Fue difícil lo que pasé, lo que sufrió mi familia. Y superamos, enfermamos y sanamos junto con mi hija», dice.

La sensación de desesperación fue la primera reacción de los padres después de que se repitieran las pruebas y se confirmara la enfermedad. Necesitaban una fuerza sobrenatural para iniciar la primera de las muchas batallas que les esperaban. «Mi vida cambió por completo. Empecé a vivir gracias a mi hija». Este fue el caso durante los tres años siguientes, el período de tratamiento. Las sesiones de quimioterapia eran semanales y se complementaban con un cóctel diario de varios medicamentos y muchas restricciones. «Realicé todas las quimias y apoyé a Julinha y a su madre, a pesar de que ya estaban separadas en ese momento; no falté ni un solo día», recuerda.
La recuperación de la pequeña Júlia tuvo altibajos, en un período que pareció una eternidad para José Rogério, que vivió fase por fase, minuto a minuto, celebrando cada signo de mejora. El período más difícil fue cuando estuvo hospitalizada durante casi un mes en la UCI, ya en la fase final del tratamiento, con hemorragias y problemas de inmunidad. «Tras salir del trabajo, durante los 28 días que Júlia estuvo en la UCI, dormí dentro del coche que había delante del hospital, porque sentía que necesitaba estar cerca de ella», recuerda. Para mantenerse firme y con la esperanza viva, pudo contar con la fe. «Me aferré a Dios, oré e hice una promesa: nunca volvería a consumir alcohol en mi vida si mi hija se curaba. Y hoy sé que la fe mueve montañas».

En noviembre de 2013, José Rogério llevó a Júlia a la última sesión de quimioterapia; dos meses después, recibió la tan esperada y merecida noticia de que el pequeño guerrero se había curado, lo que le dio al electricista un nuevo significado a la vida. «Aprendí que es necesario valorar cada día, vivir el presente, agradecer lo que tenemos. Como la vida es muy frágil e impredecible, a cualquiera le pueden pasar dificultades. Necesitamos ser más humanos, ponernos en el lugar de los demás, ser humildes, respetar a todas las personas, independientemente de la jerarquía». Las lecciones de vida son muchas, que se pueden resumir en una: «¿Sabes qué es lo que me mueve? Amor que se demuestra todos los días en casa, en el trabajo y con los vecinos», concluye el electricista.

José Rogério es el padre de Maria Letícia (18), Heloíza Cristina (17), Júlia Souto (12) y Maria Sofia (4). Lleva 4 años casado con Lívia Moraes.

*Fuente de la fotografía: Léo Caldas